Ni Marcel ni Art se han dado cuenta ayer de que Jhonny no estaba loco cuando se saco los zapatos en la sala de grabación. Jhonny necesitaba en ese instante tocar el suelo, atarse a la tierra de la que su música era una confirmación y no una fuga. Por que también siento esto en Jhonny, y es que no huye de nada, no se droga para huir como la mayoría de los viciosos., no toca el saxo para agazaparse detrás de un foso de música, no se pasa semanas encerrado en las clínica psiquiatritas para sentirse al abrigo de las presiones que es incapaz de soportar. Hasta su estilo, lo más autentico de él, ese estilo que merece nombres absurdos sin necesitar de ninguno, prueba que el arte de Jhonny no es una sustitución ni una complementación. Jhonny ha abandonado el lenguaje hot más o menos corriente hasta hace diez años, por que ese lenguaje violentamente erótico era demasiado pasivo para él. En su caso el deseo se antepone al placer y lo frustra, por que el deseo le exige avanzar, buscar, negando por adelantado los encuentros fáciles del jazz tradicional. Por eso, creo, a Jhonny no le gustan gran cosa los blues, donde el masoquismo y las nostalgias…Pero de todo esto ya he hablado en mi libro, mostrando como la renuncia a la satisfacción inmediata indujo a Jhonny a elaborar un lenguaje que él y otros músicos están llevando hoy a sus ultimas posibilidades. Este jazz desecha todo erotismo fácil, todo wagnerianismo por decirlo así, para situarse en un plano aparentemente desasido donde la music queda en absoluta libertad, así como la pintura sustraída a lo representativo queda en libertad para no se más que una pintura. Pero entonces, dueño de una música que no facilita los orgasmos ni las nostalgias, de una música que me gustaría poder llamar metafísica, Jhonny parece contar con ella para explorarse, para morder en la realidad que se le escapa todos los días. Veo ahí la paradoja de su estilo, su agresiva eficacia. Incapaz de satisfacerse, vale como un acicate continuo, una construcción infinita cuyo placer no está en el remate sino en la reiteración exploradora, en el ejemplo de facultades que dejan atrás lo prontamente humano sin perder humanidad. Y cuando Jhonny se pierde como esta noche en la creación continua de su música, sé muy bien que no está escapando de nada. Ir a un encuentro no puede ser nunca escapar, aunque releguemos cada vez el lugar de la cita; y en cuanto a lo que pueda quedarse atrás, Jhonny lo ignora o lo desprecia soberanamente. La marquesa, por ejemplo, cree que Jhonny teme la miseria, sin darse cuenta de que lo único que Jhonny puede temer es no encontrarse una chuleta al alcance del cuchillo cuando se le da la gana de comerla, o una cama cuando tiene sueño, o cien dólares en la cartera cuando le parece normal ser dueño de cien dólares. Jhonny no se mueve en un mundo de abstracciones como nosotros; por eso su música, esa admirable música que he escuchado esta noche, no tiene nada de abstracta. Pero solo él puede hacer el recuento de lo que ha cosechado mientras tocaba, y probablemente ya estará con otra cosa, perdiéndose en una nueva conjetura o en una nueva sospecha. Sus conquistas son como un sueño, las olvida al despertar cuando los aplausos lo traen de vuelta, a él que anda tan lejos viviendo su cuarto de hora de minuto y medio.